domingo, 13 de mayo de 2018

Creer en mi


 ¿Puedo ponerme como objetivo creer en mí, valorar mi persona y mi esfuerzo? ¿De qué me sirve a la hora de subirme al ring?
He aquí la historia del Elefante Encadenado: Cuando yo era pequeño me encantaban los circos, y lo que más me gustaba de los circos eran los animales. Me llamaba especialmente la atención el elefante que, como más tarde supe, era también el animal preferido por otros niños. Durante la función, la enorme bestia hacía gala de un peso, un tamaño y una fuerza descomunales…
Pero después de su actuación y hasta poco antes de volver al escenario, el elefante siempre permanecía atado a una pequeña estaca clavada en el suelo con una cadena que aprisionaba una de sus patas. Sin embargo, la estaca era sólo un minúsculo pedazo de madera enterrado unos centímetros en el suelo
Hace algunos años, descubrí que, por suerte para mí, alguien había sido lo suficientemente sabio como para encontrar la respuesta:
El elefante del circo no escapa porque ha estado atado a una estaca parecida desde que era muy, muy pequeño.

Cerré los ojos e imaginé al indefenso elefante recién nacido sujeto a la estaca. Estoy seguro de que, en aquel momento, el elefantito empujó, tiró y sudó tratando de soltarse. Y, a pesar de sus esfuerzos, no lo consiguió, porque aquella estaca era demasiado dura para él.
Imaginé que se dormía agitado y que al día siguiente lo volvía a intentar, y al otro… Hasta que, un día, un día terrible para su historia, el animal aceptó su impotencia y se resignó a su destino.
Ese elefante enorme y poderoso que vemos en el circo no escapa porque, pobre, cree que no puede.

Cuando tenía cinco o seis años, yo todavía confiaba en la sabiduría de los mayores. Pregunté entonces a un maestro, un padre o un tío por el misterio del elefante. Alguno de ellos me explicó que el elefante no se escapaba porque estaba amaestrado.
Hice entonces la pregunta obvia: “Si está amaestrado, ¿por qué lo encadenan?”. Tiene grabado el recuerdo de la impotencia que sintió poco después de nacer. Y lo peor es que jamás se ha vuelto a cuestionar seriamente ese recuerdo. Jamás, jamás intentó volver a poner a prueba su fuerza.
Cuántas veces los pocos intentos fallidos, hacen que no vuelva a intentarlo y baje los brazos.
Hay una voz en nuestro interior que no calla cuando somos autoexigentes y nos llena de miedos ante un posible error. Nos puede paralizar, se prefiere no hacer antes de hacerlo mal o privar de lo más valioso que es la experiencia de la competencia.
La baja autoestima lleva mucho al temor a equivocarse, pero hay que empezar a focalizarse en una herramienta fundamental: la confianza. Es creer que lo que hacemos, se está realizando bien, desde la base que han confiado en nosotros y nos han valorado.
Dentro de la Psicología del Combate: se necesita 
- Agresión
- Dominio
- Alerta
- Autoconfianza
- Control de emociones
- Creatividad
- Autodisciplina
Es necesario evaluar en cual o cuales necesito focalizar y empezar a trabajar para desarrollar mejor mis potencialidades. Quienes se equivocan aprenden, si aprendo tomo conciencia de mis errores técnicos, tácticos, físicos y/o mentales.
Lic. Roxana Muotri
Psicóloga especialista en Psicología aplicada al Deporte